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Derruido por el barranco tres veces y reconstruido en dos ocasiones a lo largo de su historia, el Castillo de San Andrés permanece como ruina desde 1896, año en el que una avenida derribó parcialmente su estructura.
Salvo en los planos y en la cartografía histórica levantados por los ingenieros militares y – que tengamos documentada – en una fotografía anterior a la avenida de 1896, el registro gráfico del inmueble corresponde ya a la época en que la fortificación se hallaba parcialmente arruinada. Como tal ha permanecido más de cien años, erigiéndose en uno de los hitos del paisaje urbano de San Andrés, junto con el mar y el propio barranco, siendo uno de los escasos edificios que han permanecido inalterados en la localidad, y por lo tanto de los pocos que, formando parte de la memoria colectiva, han trascendido hasta la actualidad.
La propuesta nace del entendimiento de la memoria del lugar para, desde la acción mínima, preservar incólume el valor de autenticidad inherente a la ruina histórica y proyectarla así hacia el futuro.
La idea se fundamenta en dos acciones: contextualización y conexión del monumento y su entorno urbano y la consolidación de la edificación histórica como ruina visitable.
A nivel urbano, BALUARTE significa “la defensa de la defensa”, en el sentido que genera un espacio de protección, observación e integración de la torre defensiva, siendo eminentemente una propuesta de diseño urbano que pretende “acercar” el castillo al mar y al pueblo de San Andrés. Este espacio de protección aprovecha la topografía existente para generar una plaza blanda azocada de los vientos dominantes y desarrollar un graderío y un centro de interpretación bajo la avenida, de forma que la necesaria contención del terreno acoge a la nueva construcción propuesta.
El tráfico rodado ha tenido una gran incidencia en la decadencia del monumento objeto de máxima protección, por lo que se plantea su eliminación del entorno próximo al castillo. Se elimina la rotonda que lo circunda y se desvía el tráfico proveniente de la Avenida Pedro Schwartz hacia la Calle Dique por la Avenida Marítima. Con esta operación se busca acercar al peatón al entorno del BIC.
El espacio liberado del coche será el hábitat ahora del peatón, los árboles y las aves, generando una nueva plaza blanda entorno al edificio histórico que permita contemplarlo desde todo los ángulos. Los árboles nacerán libres de los siempre reducidos alcorques
La plataforma ligera de madera que recorre el interior de las ruinas, a modo de puente levadizo, se sitúa en la cota original del castillo generando un recorrido desde la recuperada escalera de fábrica de acceso al interior de la torre hasta la avenida marítima que constituye la cubierta de la nueva edificación.
Derruido por el barranco tres veces y reconstruido en dos ocasiones a lo largo de su historia, el Castillo de San Andrés permanece como ruina desde 1896, año en el que una avenida derribó parcialmente su estructura.
Salvo en los planos y en la cartografía histórica levantados por los ingenieros militares y – que tengamos documentada – en una fotografía anterior a la avenida de 1896, el registro gráfico del inmueble corresponde ya a la época en que la fortificación se hallaba parcialmente arruinada. Como tal ha permanecido más de cien años, erigiéndose en uno de los hitos del paisaje urbano de San Andrés, junto con el mar y el propio barranco, siendo uno de los escasos edificios que han permanecido inalterados en la localidad, y por lo tanto de los pocos que, formando parte de la memoria colectiva, han trascendido hasta la actualidad.
La propuesta nace del entendimiento de la memoria del lugar para, desde la acción mínima, preservar incólume el valor de autenticidad inherente a la ruina histórica y proyectarla así hacia el futuro.
La idea se fundamenta en dos acciones: contextualización y conexión del monumento y su entorno urbano y la consolidación de la edificación histórica como ruina visitable.
A nivel urbano, BALUARTE significa “la defensa de la defensa”, en el sentido que genera un espacio de protección, observación e integración de la torre defensiva, siendo eminentemente una propuesta de diseño urbano que pretende “acercar” el castillo al mar y al pueblo de San Andrés. Este espacio de protección aprovecha la topografía existente para generar una plaza blanda azocada de los vientos dominantes y desarrollar un graderío y un centro de interpretación bajo la avenida, de forma que la necesaria contención del terreno acoge a la nueva construcción propuesta.
El tráfico rodado ha tenido una gran incidencia en la decadencia del monumento objeto de máxima protección, por lo que se plantea su eliminación del entorno próximo al castillo. Se elimina la rotonda que lo circunda y se desvía el tráfico proveniente de la Avenida Pedro Schwartz hacia la Calle Dique por la Avenida Marítima. Con esta operación se busca acercar al peatón al entorno del BIC.
El espacio liberado del coche será el hábitat ahora del peatón, los árboles y las aves, generando una nueva plaza blanda entorno al edificio histórico que permita contemplarlo desde todo los ángulos. Los árboles nacerán libres de los siempre reducidos alcorques
La plataforma ligera de madera que recorre el interior de las ruinas, a modo de puente levadizo, se sitúa en la cota original del castillo generando un recorrido desde la recuperada escalera de fábrica de acceso al interior de la torre hasta la avenida marítima que constituye la cubierta de la nueva edificación.